Esta historia se remonta a unos cuantos años atrás, cuando mi mamá finalmente entendió que yo odiaba las clases de natación, me borró del gimnasio y me anotó en un taller literario cerca de casa. Estaba en sexto básico.
Desde ese momento, lo único que he ejercitado permanentemente es la cabeza, y los dedos. Tengo una velocidad y una fuerza para tipiar que podría competir en un campeonato de pulseada china.
Jugué tenis, volley, handball y hockey. No era especialmente buena ni mala. Pero siempre era mejor plan mirar la tele o leer una revista (sobre todo estas que venían con tests) antes que ir a al partido. Practiqué hockey hasta hace muy poco. Me gusta la onda pichanga, me supera el espíritu competitivo, pero lo que más disfruté siempre fueron los viajes en equipo, los terceros tiempos y los intercambios.
Soy una deportista social. Por eso nunca pude engancharme con los gimnasios. Todo me parece demasiado aburrido. Bicicletas que no te llevan a ningún lado, coreografías estilo Britney, levantamiento de pesas… tan poco yo. Y crossfit. Crossfit!! Ese deporte que tiene tan buenos resultados pero tan mala fama…
Entiendo que hay un tema de salud y me encantaría que algo me gustara, o al menos llamara mi atención. Sobre todo después del asado de hoy, en el que mi chaito despertó risas y comentarios varios. Pero por ahora parece imposible.
Creo que soy realmente alérgica. Por eso mi cuerpo repele los gimnasios. En mayo me regalaron un pase gratis para uno increíble. Liberado los siete días de la semana… ¡y nunca lo activé! Ni si quiera gratis funcionó el asunto.
Espero que sea algo pasajero. Tal vez si encuentro alguna tenida que me guste mucho vuelva a las canchas. Me gusta el look de Serena. Esa tenida que usó en el abierto de Francia es toda mi onda. Creo que tengo un futuro en el tenis…
Voy a empezar por la ropa. Y tiraré el ticket de cambio para automotivarme.
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