Viene el dieciocho. Una hija necesita falda de cualquier color y blusa blanca. La otra, pollera azul por debajo de la rodilla, pañuelo punta azul y zapatillas chicle blancas. Es época de pruebas semestrales, hay partidos de hockey en la semana y una junta escolar para reforestar el cerro del colegio. Pero, yo me voy. Y no me pienso ocupar de nada esta vez.
Para la mayoría de los periodistas que trabajamos en moda o belleza, viajar a un Fashion Week es tocar el cielo con las manos. Entre la pasarela, las calles, el downtown, los restoranes y el backstage se construyen las tendencias. Además es el mejor networking del año.
Al principio me ponía muy nerviosa. Viajar en esta época del año era un desastre. Le pedía a mi mamá que viniera desde Buenos Aires, dejaba todo listo, los turnos coordinados, las colaciones, los disfraces. Pero ahora, no sé si es porque las niñas están más grandes, o porque yo estoy más vieja, o porque mi marido es un santo, pero la verdad es que me fui con cero culpa. Y no dejé nada organizado.
Apenas me confirmaron el pasaje ya empecé a gozar. Asientos que se recuestan a 180 grados, desayuno a la carta, plumón blanco... ¡es tan fácil acostumbrarse a Business!
Si me dieran un cupón de upgrade ilimitado viviría viajando. Me tocó un avión de Latam que era nuevo. Creo que lo estrené. Y el cosmetiquero ese ordinario que había antes ahora es Salvatore Ferragamo y viene hasta con crema de labios.
Una vez, hace muchísimos años, entrevisté a Valeria Mazza y le pregunté si no le complicaba viajar tanto. Me acuerdo que me miró medio con cara de loca. Me dijo que los hijos se acostumbraban al trabajo de sus padres, y en aquél momento me pareció una frase sin demasiada relevancia. Ahora, que veo a mis niñas más grandes, contentas, y que no solamente entienden sino que se alegran de que mamá se vaya a New York, su reflexión me hace sentido.
Así que acá estoy. En Manhattan. Cansada después de patear la ciudad como a mí me gusta. Y feliz porque supongo que en Santiago todo está bajo control. Es cierto que la maternidad es un camino de ida, pero pucha que es rico tomarse recreos de vez en cuando.
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