Viajar es uno de mis grandes placeres culpables. No me cuesta acostumbrarme al cambio de horario y en cualquier lugar del mundo aterrizo con energía adicional. Camino hasta que no puedo más. Me subo al metro sin saber bien para qué lado voy, tengo fascinación por los supermercados y por los recorridos no tradicionales. Soy incapaz de ubicarme en un mapa, y aunque me descargue Google map termino siempre perdida. Creo que lo hago un poco a propósito, porque siento que es la mejor manera de conocer y de vivir una ciudad.
Con Buenos Aires simplemente no puedo. Hago siempre lo mismo. Turismo nostálgico debe ser... Pero por algún motivo cuando comparto los datos con amigos, vuelven fascinados. En mi circuito no entra Puerto Madero ni el Obelisco. Y mucho menos el shopping. Pero, si quieren vivir la Capital como un porteño NyC (nacido y criado), aquí van algunos buenos tips.
La Imprenta: muy cerca de Palermo, es una zona perfecta para pasear, comer y comprar, sin turistas. Había una galería emblemática con ese nombre (en mi adolescencia ahí estaba la mejor pista de patinaje sobre hielo y también la tienda de Hendy, una marca que tenía desde ropa hasta fundas de palos de hockey, y era realmente lo máximo), y aunque ya no existe le conserva el nombre.
Está lleno de restoranes (si alguna vez escucharon hablar de Las Cañitas, es ahí mismo), tiendas de moda, decoración y maquillaje, hay hamburgueserías y heladerías y hasta un mall bastante grande –El Solar de la Abadía- donde se encuentran todas las tiendas típicas.
El sector es súper residencial y como hay varias universidades alrededor, está lleno de gente joven.
Si caminan desde ahí por Av. Del Libertador pueden llegar en una media hora hasta la cancha de River. Y si van en la dirección contraria, también caminando, en menos de 20 minutos ya están en Palermo.
Comer para ser feliz: para mí lo peor de Chile son las medialunas y la pizza. A menos que te guste el estilo norteamericano, que no es mi caso. Por eso, cada vez que vengo necesito sí o sí una dosis adicional de grasa en el cuerpo. Eso incluye una trilogía básica: medialunas de La Pharmacie (el local, en Palermo, no dice mucho pero pruébenlas y después hablamos), scons calientes de Nucha (es una cafetería que en los últimos años abrió varios locales pero en su época había que ir hasta Belgrano para comprarlos y valía la pena), y pizza en Imperio. Y aquí me detendré para dar rienda suelta a los recuerdos de la mejor época de mi vida. Barrio de Villa Crespo, esquina de Canning (hoy Scalabrini Ortiz) y Corrientes. De ahí partíamos a todas partes. Al carrete, a las fiestas, a los torneos, a los campamentos… todos los micros salían de ahí y te dejaban ahí, pero de la vereda de enfrente. Son las pizzas más engordantes y orgásmicas del mundo. Chorrean grasa, y son un camino de ida. Atienden los mismos mozos que hace 25 años. El lugar parece detenido en el tiempo, y aunque no es un barrio turístico (a menos que quieran recorrer sinagogas o comprar cuero a precios de fábrica) para mí vale demasiado la pena. Nadie comió pizza si no se comió una fugazza de Imperio.
Olor a tinta: tal vez sea un dato un poco nerd, pero no puedo evitarlo. Durante años viví a pocas cuadras de la Biblioteca Nacional y su majestuosidad simplemente me supera. No entiendo de arquitectura pero el edificio es de alto impacto. Vale la pena recorrerla en silencio. Allí funciona el museo del libro y de la lengua, hay salas de lectura, cine y muestras para quienes buscan un recorrido cultural. Si no tienen tiempo, al menos párense en la puerta. El olor a tinta y el ambiente que se respira en ese lugar es realmente único. Queda en la misma zona que el museo MALBA y el shopping Paseo Alcorta, pero mi sugerencia es que caminen hasta el Museo de Arte Decorativo y pasen por el Croque madame, un cafecito interior que te transporta a Francia en un abrir y cerrar de ojos.
Feria de libros usados: mi elegido en el barrio de Caballito (típico de clase media). Era el gran lugar para intercambiar textos antes de empezar las clases. Algunos dicen que es el mejor barrio de Buenos Aires, pero a mí no me gusta mucho. Demasiada gente y ruido. Pero, el Parque Centenario merece una oportunidad. Sobre todo la feria de libros usados, que funciona todos los días, y donde puedes comprar básicamente el libro que se te ocurra por unos pocos pesos. Borges a tres lucas, enciclopedias antiguas, clásicos argentinos… hay de todo. Y es súper pintoresco.
Distrito Arcos, lo mejor de lo nuevo. Me carga ir al mall, sobre todo en Buenos Aires porque son encerrados y siempre todo me parece ridículamente caro. Una cartera Prüne al precio de una Carolina Herrera es algo que no concibo, y me pone nerviosa. Por desgracia para quienes viven con un sueldo en pesos argentinos, el dólar está por las nubes y eso es bueno para los turistas. Al fin se puede comprar. Hace dos años conocí el Distrito Arcos, un outlet al aire libre en Palermo y no me gustó nada. Poco y caro. Ayer volví por recomendación de mi querida Ana Torrejón y realmente valió la pena. Hay marcas nuevas y también están las de siempre, pero los precios bajaron (en dólares) de manera insólita. Por menos de 50.000 puedes comprarte una tenida completa de diseño nacional de la marca que más te guste. Yo compré un pantalón y una blusa en Mishka y gasté menos de eso. Son de temporadas anteriores, pero qué importa. Fundamental pedir el comprobante de Global Refound para recuperar el IVA en el aeropuerto.
El hallazgo: Monoblock es un local súper chiquito que vende agendas, libros, pósters y lápices. Una especie de Papelaria pero con el toque argentino. Agendas para niñas feministas, libros de mujeres icónicas para colorear, afiches con frases tipo “Disfrutá sin joder al prójimo”, tazones, pins, magnetos y varias cosas más. Muy divertido el libro Dónde está Perón (en lugar de Wally, para encontrar el ex presidente) y los mini cuadritos.
Estuve tan poco tiempo que le saqué bastante el jugo. Eso sí, no sé si es la pizza, las medialunas, los helados, las milanesas y los scons, o será la humedad… pero creo que vuelvo un poco hinchada.
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