Sus iniciales son prácticamente tan conocidas como las de su ciudad. Viajamos a Long Island para conversar con SJP, la mujer que nos hizo ilusionar y soñar con la Gran Manzana. Hablamos con ella de moda, del amor, de la vida a los cincuenta y también de su próxima visita a Chile.
La ciudad que nunca duerme. El Central Park, Times Square, la Quinta Avenida… y Sarah Jessica Parker. Pasaron once años desde el capítulo final de Sex & The City, y la actriz que durante seis temporadas encarnó a Carrie Bradshaw se ha convertido en sinónimo de Manhattan. Ella es a Nueva York lo que Sylvester Stallone a Filadelfia. Y aunque su personaje aún no tenga una estatua —como Rocky al costado de las escaleras del Museo de Arte—, cada taxi amarillo, cada tienda de zapatos, y básicamente cada esquina, nos recuerda a la serie.
Casada desde hace 18 años con el también actor Matthew Broderick —son padres de Thabita, James y Marion— Sarah Jessica ha estado alejada de la televisión pero no de los titulares. Todos sus movimientos son documentados por la prensa, y sus apariciones públicas un acierto. Como cuando se presentó en la última gala del Met con un sombrero hecho especialmente por Philip Treacy. O cuando agradeció por Instagram al Empire State por prestarle la terraza para celebrar sus cincuenta años.
El día de la entrevista la ciudad amaneció con lluvia y fuertes vientos que obligaron a cancelar vuelos. En medio de la primavera, apenas cinco grados centígrados y el cielo completamente cubierto.
Sarah Jessica está en los estudios Attic, una antigua imprenta en Queens que ahora funciona como escenario de varias publicidades y series. Aquí se grabaron escenas de Gossip Girl, Saturday Night Live y también The Carrie Diary. Hoy se filma el comercial de Ripley, la multitienda que la tendrá como imagen internacional y gracias a la cual en octubre la actriz viajará a Chile, un país del que no sabe absolutamente nada, pero tiene buenas referencias gracias a unos pocos amigos chilenos: “Quiero aprender de su historia y su cultura. Me hablaron mucho de la comida, del vino. ¡Tengo ganas de conocerlo todo! Cuando voy por primera vez a un lugar me gusta perderme en las calles”, dice.
Cuesta imaginarla caminando con tacones de once centímetros por el Paseo Ahumada o la Vega Central, pero insiste en que le encantaría recorrer y mezclarse entre la gente.
No se comporta como una diva. Durante los dos días que dura el rodaje de los comerciales saluda a todos con un apretón de manos, conversa y reparte platos vacíos en medio del catering abundante. Cuentan sus asistentes que es una persona generosa y preocupada. Tanto, que si alguien se enferma es capaz de ir a comprar ella misma los remedios y llevarlos hasta su casa.
Es una seductora innata. Habla rápido, igual que Carrie, mirando a los ojos como si fuese capaz de leer los pensamientos de la persona que tiene en frente. Mueve las manos con delicadeza y se sienta de piernas cruzadas. Jeans, blazer, una camiseta blanca y zapatos diseñados por ella misma. Nada especial si no supiéramos que cada prenda fue escogida cuidadosamente por su ejército de colaboradores, luego de recorrer los talleres de los principales diseñadores de la ciudad.
La actriz conoce como nadie las reglas del juego. Días antes de la entrevista revolucionó las redes sociales (y el mundo entero) cuando subió a Instagram una foto saliendo de Bloomingdales. Muchos especularon con el regreso de la serie Sex & The City, pero no era más que una magistral estrategia de marketing: sus zapatos —SJP— ahora se venderán en esa lujosa tienda por departamentos. “Por el momento son solo zapatos, tenemos cinco colecciones —pre fall, fall, pre summer, summer y resort— y es algo que me encanta hacer. Me divierte, me motiva el desafío y todo el tiempo estamos en pleno proceso creativo”, cuenta entusiasmada sobre su flamante faceta de diseñadora. Hay modelos para todos los gustos. Desde los clásicos pumps con incrustaciones de pedrería (como el que usó durante esta entrevista) hasta sandalias urbanas sin nada de taco. Cuestan entre 200 y 585 dólares, un precio muy por debajo de los firmados por Manolo Blahnik, su mentor.
No es alta, ni especialmente despampanante. Y aunque nos acostumbramos a verla con miles de bolsas de las tiendas más estilosas, en más de una oportunidad declaró que, por los tamaños de Nueva York, su clóset es infinítamente más chico al que tenía su recordado personaje. Lo que más llama la atención de Sarah Jessica es su pelo, perfecto, brillante. Y sus estilizadas manos, no muy diferentes a las de cualquier mujer de cincuenta años, con las uñas muy prolijas pero sin pintar. Usa stilettos altísimos, pero a tres metros la espera su asistente personal con un par de sandalias planas.
—Eres un ícono universal de la moda. ¿Alguna vez te has mostrado en público sin maquillaje, o al estilo ‘I woke up like this’?
—No, nunca, ¡jamás lo haría! Paso horas maquillándome y preparando mi pelo. Mi vida está mucho más documentada de lo que me gustaría, pero es mi realidad, y por eso mismo necesito tiempo antes de salir a la calle. Incluso cuando tengo que llevar a mis hijas al colegio necesito producirme aunque sea un poco.
—¿No te aburre?
—He aprendido a convivir con mi equipo de estilistas… tampoco es terrible tener profesionales siempre listos para dejarme impecable para salir a la calle.
—Supongo que podría acostumbrarme a esa parte de la vida de una celebridad.
—No creas, mi realidad no es tan diferente a la de otras mujeres, madres que trabajan, que necesitan vestirse rápido y salir arregladas porque tienen un compromiso tras otro. La diferencia tal vez sea que mi estándar de ‘verme presentable’ es un poco distinto. Nada más. ¿Si te ofrecieran profesionales para que te maquillen y te peines, acaso les dirías que no?
—¿Puedes describir ese estándar de vida?
—Dejo a las niñas en el colegio, de ahí corro a reuniones o al set, trabajo todo el día pero no tengo una rutina porque mi trabajo no es esquemático, nunca sé cómo será el día siguiente, sólo estoy segura de que será muy ocupado y caótico.
—¿Te preocupan las críticas?
—No más que el resto de los mortales… escucho más a mis amigas que a los críticos profesionales a decir verdad, y no le doy más importancia de la que realmente tienen. No leo lo malo y tampoco lo bueno. Trato de no contaminarme, para que no me afecte.
Este no ha sido un año más para Sarah Jessica. La shopaholic de ficción más famosa de la televisión mundial en marzo cumplió medio siglo y ahora se prepara para volver a protagonizar en HBO, el mismo lugar donde alcanzó la fama infinita. En la serie Divorce (el estreno está previsto para fines de 2015 o principios de 2016) va a encarnar a una mujer que se debate entre seguir casada o intentar rehacer su vida: “Es genial estar de vuelta en HBO. Me siento afortunada del libreto y también del equipo de trabajo”, cuenta. Ella, que lleva 18 de matrimonio, confiesa que está en una edad en la que muchos se hacen esa misma pregunta, y por eso le encanta la idea de explorar el tema. “Hay mucha gente que considera casarse, otra que contempla separarse, otra que enfrenta el momento del divorcio y vamos a hablarles a todos. El matrimonio es divertido pero es muy complejo, y eso es lo que vamos a retratar”, dice sobre el proyecto.
—Cumplir 50 años es significativo para cualquier mujer. Alguna vez leí que lo llaman ‘el Ecuador de la vida’.
—Wow, me gusta el concepto. Yo encuentro que es un momento de mi vida muy similar a los anteriores, no le pongo demasiado énfasis al cambio de folio, pero sí pienso que es una oportunidad para hacer balance, mirar hacia atrás y ver qué cosas he hecho. Mi manera de encarar mi familia, mi trabajo y mis intereses no han cambiado porque cumplí años.
—¿Hay algo que te haga sentir insegura?
—Bueno… ¡Soy un ser humano! Mi mayor preocupación pasa por ser una buena madre y una buena profesional. Trato de cumplir con las expectativas porque eso me convierte en una persona confiable. Aunque a pesar de eso, claro que igual hay situaciones en las que me siento insegura.
El Attic Studio está lleno de gente que camina apurada. En uno de los cuartos, el equipo de Ripley supervisa cada detalle de las filmaciones. Paró de llover y todos empiezan a correr por la escalera empinadísima que va a la terraza. Suben y bajan muebles y reflectores. El escenario es imponente: todo Manhattan de fondo. Pero cuando terminan de acomodar vuelve a chispear. Hay unos plásticos gigantes para cubrir los sillones y capas impermeables verdes y rojas para todo el equipo. Sarah Jessica no se inmuta, y sigue conversando. Cualquier mortal que alguna vez haya visto Sex & The City se sentiría metido adentro de la serie. Ella siempre será Carrie, como Stallone siempre será Rocky y Schwarzenegger, Terminator.
—¿Crees que en algún momento la gente se olvidará de Carrie?
—Yo no la olvidaré y espero que nadie lo haga. Ella fue un personaje muy particular, capaz de representar con una gran singularidad a la mujer de Manhattan a los 30, 40 años que hasta ese momento no se había logrado. Además, Carrie contó unas historias maravillosas y esos ingredientes hacen que sea inolvidable como otros grandes personajes femeninos de la literatura universal.
—Siempre se especula sobre una nueva película de Sex & The City…
—No habrá Sex & The City 3. Por el momento no hay planes, aunque nunca se sabe.
—Llevas años en Nueva York. ¿Dejarías la ciudad por algún motivo?
—Quién sabe dónde puede llevarme la aventura… Pero aún si por algún motivo mi familia y yo tuviésemos que irnos, siempre seguiría siendo nuestro hogar, siempre regresaríamos. Puedo imaginarme la posibilidad de tomarnos un año sabático, más algo así que una salida permanente de Nueva York. Esta es una ciudad que tiene todo lo esencial para nosotros; está la familia, hay buenos teatros, mi trabajo que yo amo está aquí… Pero la verdad es que podría irme un tiempo, algo así como un paréntesis para viajar con mis hijos y mi marido por un año.
—Todas las mujeres del mundo en algún momento de nuestras vidas hemos soñado con ser Sarah Jessica…
—¿Eso es cierto? ¡No puede ser cierto!
—¡Obvio que sí, créeme!
—No puedo ni siquiera imaginar que sea verdad. Si lo fuera, diría que es probablemente porque no me conocen realmente, ni saben cómo es mi vida. Tienen una idea o una imagen que es la que proyectan los medios y que no es real, ni tiene que ver conmigo. Probablemente tengo más en común con esas personas de lo que ellas creen. Las cosas que nos divierten, que nos hacen sentir vivas, seguro son las mismas.
“Muchas gracias, nos vemos en Chile”, dice en perfecto spanglish. Y cambia el apretón de manos del comienzo por dos besos, al mejor estilo francés. Sarah Jessica sabe cómo conquistar al mundo. Ya lo ha hecho.
Publicado en Revista Caras.
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