La vida generalmente se divide en etapas. Y uno se rodea de gente que está en la misma. Para simplificar el tema podemos ordenarlo de esta forma: de los 20 a los 30 la gran mayoría de mis amigas y yo nos casamos. De los 30 a los 40 tuvimos hijos. Y de los 40 a los 50 como que viene la hora de la verdad: felices para siempre, o feliz, ¡y hasta siempre!
Algunas parejas más cercanas y otras menos. Pero lo cierto es que a mi alrededor hay una auténtica temporada de separaciones. Sin entrar en detalles (infidelidades y otros condimentos sabrosos) tengo la sensación de que los matrimonios de mi edad se están enfrentando a una especie de break even. Y supongo que tiene que ver con la crisis de los cuarenta. Ese momento en el que nos cuestionamos dónde estamos, cómo estamos... y con quién estamos.
Como si de verdad empezara una segunda mitad de algo.
Realmente perdí la cuenta. Pero resulta que es la nueva normalidad. Todos se divorcian. Los que tienen más, los que tienen menos. Los que parecían re felices, y los que... era obvio.
Los hijos están más grandes y demandan menos, y se supone que eso es genial porque la pareja puede reencontrarse. Pero algo falla, y no sé qué es. Como sucede siempre, la moneda tiene dos caras. Así que hice una lista de las cosas que más envidio de mis flamantes amigas separadas.
1-Como por arte de magia, se vuelven fit. Él sigue pelado, y ellas están minísimas.
2-Tienen fines de semana libres. Sin hijos. Para hacer lo que se les de la gana.
3-Pueden no ver nunca más a esas personas tóxicas que hay en todas las familias políticas.
4-Tienen la cama entera para ellas. Nadie ronca ni se mueve. Y el Sahne Nuss no se comparte.
5-Pueden reinventarse. Conocer gente nueva y contar de su vida solamente la parte que quieran. La que les acomode.
6-Nunca más la tapa del WC levantada, ni quejas por dejar el quitaesmalte abierto.
7-El clóset entero. Eso sí es orgásmico.
Y podría seguir. Como ven, el pasto de enfrente siempre se ve más verde.
