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La apuesta florida de Rodarte


Después de varias temporadas en París, las hermanas Kate y Laura Mulleavy volvieron a presentar la colección de Rodarte en el NYFW y la expectativa era altísima.


Al ingresar al backstage, instalado en el interior de la Iglesia Ortodoxa de Manhattan, entendí que su paso por Europa solo había engrandecido el espíritu romántico de la marca. Los peinados, a cargo de Odile Gilbert para Tresemmé, eran realmente un espectáculo. Cada uno diferente al otro.


Ondas hechas con buclera, textura con dry shampú y spray, y rosas entretejidas que automáticamente me recordaron la última portada de Rihanna para Vogue UK. Ojo con las flores naturales: serán el gran accesorio beauty del 2019.


Cuando muchos apuestan por una estética genderless, Rodarte eligió el camino contrario. Vestidos de sueño, siluetas ultrafemeninas y una atmósfera romántica que cautivó a todos a pesar de la lluvia incesante. Tules, vuelos en faldas y mangas, lazos como cinturones y moños se repitieron en distintos colores y materialidades.


Fue el desfile más incómodo de mi vida. Terminé empapada y muerta de frío, pero también uno de los más espectaculares. Es más, creo que el clima fue un gran aporte a la escenografía y a la atmósfera del show. Realmente parecía una película.


Hasta el momento, para mí ha sido la pasarela más espectacular. Cada vestido era una auténtica obra de arte y, sin dudas, veremos varios de estos diseños en las próximas alfombras rojas. Seguro más de uno subirá a recibir un Oscar. Si yo fuese actriz de Hollywood, ya estaría reservando el mío.




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